
Justo ayer pensaba en casos y cosas del oficio del ilustrador. Como si me costara mucho trabajo.
Hay una gran diferencia entre el
creador de una imagen y su
espectador. Es elemental, pero pocas veces lo recordamos: el creador puede pasarse varias horas viendo la obra. Incluso, hay quienes pueden estar viéndola semanas, a lo largo de toooodo el proceso. Y en la medida que el trabajo cobra forma definitiva, la pieza comienza a quedar grabada con ácido en nuestras pobres retinas. Por eso mismo, ese es el momento más peligroso: comenzamos a perder la perspectiva. No hablo de puntos de fuga: hablo de "objetividad".
El otro lado de la moneda: el espectador observa
de pronto. Parece que el dibujo
apareció de la nada. Lo que sucede en la cabeza de ustedes es muy distinto a lo que sucedió en la mía. Por eso (voy al punto):
Todos conocemos el Gran Consejo para refrescar la cabeza. Guardar la imagen en un cajón y verla tiempo después. Aplica a la música y la literatura y a cualquier proceso creador, por supuesto. Pero hay veces que
no hay tiempo para eso.
Consejo 2: Voltea la hoja de papel y observa tu abominación a contraluz. Usa un espejo. "Flipea" en la compu, si se diera el caso. Muchas veces. Trabaja en la versión en espejo. Regresa.
Consejo 3: Esto es audaz.
Invierte la imagen. Últimamente me he visto trabajando y estudiando una ilustración en negativo y viceversa. El volumen y el color se trastorna de una manera que poco a poco comenzamos a procesar. Y técnicamente, no se pierde información digital, aunque lo hagamos 100 veces. Es raro, pero también sirve.