Los días transcurren a la misma velocidad que desciende el nivel de mi botella de tequila y el contenido del frasco de removedor de pintura Comex. O tal vez más lento.
Lo que ven arriba, atentos lectores, explica claramente el estado de esta nueva casa. Por cierto, sigo fiel a mi tradición y sigo rentando mis metros cuadrados (¿Algún día este artista comprará un inmueble? La moneda sigue girando en el aire. No sabemos si caerá en territorio mexicano).
Obedeciendo una extraña corazonada rentamos este lugar sin conocer sus resquicios. La vista exterior y la localización son insuperables; el interior resultó amplio, interesante, multifuncional y multiambiental. El soundtrack cotidiano es desquiciante y fascinante a la vez y merece un artículo aparte. Mejor cerremos las orejas y abramos los ojos.
Y que empiecen los exorcismos: ¿Qué clase de gente pone tres capas de linóleo sobre un perfecto piso de mosaico? Lo arruinan, me arruinan, hacen feliz mi neurosis. ¿Qué clase de sujetos nefastos colocan papel tapiz imitación madera sobre madera perfecta? Hacen de nuestros clósets una pesadilla. ¿Qué clase de cabrones inmundos pegan mocos en la paredes y los abandonan como souvenirs para las futuras generaciones? ¿Qué tipo de inquilinos despreciables pintan los vidrios del baño, no con una, sino con dos capas de pintura, bloqueando la luz natural? Cabe mencionar que hubo que retirar con espátula toda la cera de vela regada por el piso de un sitio oscurecido por sus neuronas obstruídas. Por cierto, una de las capas de pintura es PLATEADA. ¿Qué clase de imbécil pinta las paredes con naranjas, salmones, amarillos, verdes, turquesas, cuando un sencillo blanco fuera suficiente? ¿Tan descolorida sería su lamentable vida? ¿Qué mentalidad atorada forra de clavos una pobre pared (a veces dos clavos por agujero) con una función que prefiero desconocer? ¿Quiénes? ¿Por qué? ¿Cuándo? Cualquier vestigio de ellos –y su horrenda presencia pretérita- fue sostenido por este servidor con una actitud asqueada y botado a la basura con inmenso alivio.
Horas y horas raspando pintura, levantando falsos pisos, salpicando bilis por todos lados. ¡Podría estar dibujando, chingá! ¡Podría estar alimentando a los niños de África, joder! (risas sarcásticas). Poco a poco, mi hábitat va tomando personalidad, nuestra personalidad, y mi hígado y mi cerebro descansan por ratos breves. La recámara de la esquina, la que llamamos “el cuarto Silent Hill” no tiene solución todavía. Lo que sí se va solucionando es mi mal humor, gracias a suS hombros que he batido de lágrimas. Lo he dicho antes: Viva Blog.
Lo que ven arriba, atentos lectores, explica claramente el estado de esta nueva casa. Por cierto, sigo fiel a mi tradición y sigo rentando mis metros cuadrados (¿Algún día este artista comprará un inmueble? La moneda sigue girando en el aire. No sabemos si caerá en territorio mexicano).
Obedeciendo una extraña corazonada rentamos este lugar sin conocer sus resquicios. La vista exterior y la localización son insuperables; el interior resultó amplio, interesante, multifuncional y multiambiental. El soundtrack cotidiano es desquiciante y fascinante a la vez y merece un artículo aparte. Mejor cerremos las orejas y abramos los ojos.
Y que empiecen los exorcismos: ¿Qué clase de gente pone tres capas de linóleo sobre un perfecto piso de mosaico? Lo arruinan, me arruinan, hacen feliz mi neurosis. ¿Qué clase de sujetos nefastos colocan papel tapiz imitación madera sobre madera perfecta? Hacen de nuestros clósets una pesadilla. ¿Qué clase de cabrones inmundos pegan mocos en la paredes y los abandonan como souvenirs para las futuras generaciones? ¿Qué tipo de inquilinos despreciables pintan los vidrios del baño, no con una, sino con dos capas de pintura, bloqueando la luz natural? Cabe mencionar que hubo que retirar con espátula toda la cera de vela regada por el piso de un sitio oscurecido por sus neuronas obstruídas. Por cierto, una de las capas de pintura es PLATEADA. ¿Qué clase de imbécil pinta las paredes con naranjas, salmones, amarillos, verdes, turquesas, cuando un sencillo blanco fuera suficiente? ¿Tan descolorida sería su lamentable vida? ¿Qué mentalidad atorada forra de clavos una pobre pared (a veces dos clavos por agujero) con una función que prefiero desconocer? ¿Quiénes? ¿Por qué? ¿Cuándo? Cualquier vestigio de ellos –y su horrenda presencia pretérita- fue sostenido por este servidor con una actitud asqueada y botado a la basura con inmenso alivio.
Horas y horas raspando pintura, levantando falsos pisos, salpicando bilis por todos lados. ¡Podría estar dibujando, chingá! ¡Podría estar alimentando a los niños de África, joder! (risas sarcásticas). Poco a poco, mi hábitat va tomando personalidad, nuestra personalidad, y mi hígado y mi cerebro descansan por ratos breves. La recámara de la esquina, la que llamamos “el cuarto Silent Hill” no tiene solución todavía. Lo que sí se va solucionando es mi mal humor, gracias a suS hombros que he batido de lágrimas. Lo he dicho antes: Viva Blog.
Qué belleza de texto y de texturas maese!!!!!!
ReplyDeleteLo que se puede lograr cuando pintas con tequila y te bebes el removedor jejejejeje
Buena cabida a las musas!!!!!!
Mira, Patto:
ReplyDeleteLa belleza cuesta, maistro, agradéceles a los exinquilinos que no sólo te están dando material para tu blog (con su pésimo gusto y costumbres extrafalarias), sino que también harta experiencia en "la pintura de casas a domicilio" o, lo que es lo mismo, un oficio decente.
Beso.
Total pato, ya diras: "Hogar, dulce hogar".
ReplyDeleteSaludos