Abrimos los ojos, estamos decididos. Vamos a quitarle la piel a la máquina. Empezando por arriba, el color del cielo puede rebajarse con dos litros de solvente que se desvanecen en el aire. Después de unos minutos las nubes comienzan a mostrar sus bordes de alambre... Mientras, nos pasamos un trapo por los dedos.
Retirar los colores terrestres nos lleva más tiempo. La pintura apenas se despelleja, buscamos las ansiosas pestañas para levantarlas con la uñas y arrancar el listón completo. Los peatones nos ponen nerviosos de tanto mirarnos. Si con los ojos pudieran ayudarnos, nuestras manos invisibles terminarían más rápido su trabajo. Manos nocivas, manos decoloradoras.
Un humano de ciencia divina se acerca a su micrófono. ¿Creemos que es posible revelar los engranes perdidos del Universo sólo eliminando la pintura? ¿Desnudando el dibujo? ¿Quiénes somos para husmear ahí, detrás del telón, como pequeños dueños del mundo? Somos el mundo, digo yo, hacemos con él lo que queremos. Yo no uso micrófono, estoy ahí abajo, en el callejón raspando y tallando cada color de las paredes.
El último pedazo de sepia ha desaparecido al fin. Los rojos permanentes -por estar un poco oxidados- no se sueltan. Se aferran a la tela como una sanguijuela ardiente; hay que azotarlas hastan desinflarlas. Hasta que se vuelvan transparentes.
No me sorprende que el dibujo siga sostenido en el aire. Tendrá frío, pero no pierde el piso ni el equilibrio. Le estamos robando sus kilos de pintura, ¡claro que se ha dado cuenta! Flotando y aguantando, mientras se le lavan las últimas escamas de naranja, de lila, de oliva.
Ahora todos sus colores están en nuestra ropa, está sucia, va para lavar. Junto con el trapo, que está saturado de pintura. Tomamos aliento, nos pasamos el dorso multicolor de la mano por la frente. Prendemos un cigarro. Delante nuestro cuelga el móvil inmóvil... No se ve nada detrás ni trasluce más que el color del aire. Eso tampoco nos extraña. Nos despedimos del dibujo y cerramos los ojos.
¡Chingón, el regreso del ilustrador-poeta!
ReplyDeleteNo sé si lo había mencionado antes, pero soy un gran admirador de tu trabajo, desde que era niño. Y no sabía que también escribías. Wow. Saludos.
ReplyDeleteQue bien escrito, hermoso dibujo.un abrazo
ReplyDeletemuy profundo, tanto el escrito como el dibujo se complementan!
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