Thursday, February 10, 2011

Sunday, February 6, 2011

Thursday, February 3, 2011

Tuesday, February 1, 2011

Lo que hice en mis vacaciones


Abrí la bolsa y vacié el escaso contenido sobre la mesa. Con una navaja corté el polvo oscuro y lo acomodé en una línea larga y delgada. Ni bien hube inhalado la pólvora, ardió la nariz y sonó el teléfono en la esquina del cuarto. Llamada de rutina, amenazaban con quemar la casa y los libros.

Se me hizo el pensamiento astillas, vi relámpagos, cuando doblé el pie un poco más de lo debido (el derecho para ser exactos) abordando un taxi en Santa Úrsula Coapa. Íbamos a recoger un auto del corralón. Let's call it a day.

Acomodé una playa frente a mis ojos con la ayuda de unos amigos. Ahí conocí a un cangrejo repleto de gusanitos blancos, dos perros chihuahuas y a una sirena malabarista. A la mitad de una noche, calurosa sólo como diciembre sabe regalarnos en la costa, tocaron a la puerta de mi cabaña. Naturalmente yo esperaba una visita del cangrejo, en el mejor de los casos. Y resultó ser la sirena. Quería una taza de azúcar para hacer un pastel. Le ofrecí también media docena de huevos y levadura. Para mi sorpresa, aceptó todo y desapareció para siempre. A la mañana siguiente, cuando quise hacerme unos huevos a las 12 del día y vi el refri vacío no me pareció tan divertido el episodio ni tan atinada mi galantería.

Corregí algunos puntos flacos de mi patrón con cuatro pelotas. Es más, puedo continuarlo casi indefinidamente. Si sigo con lo del malabarismo, escuchen: las pelotas suelen atraparse con la mano horizontal, con la palma hacia arriba. El truco nuevo -aprendido en la playa- consiste en lanzar y cachar -por periodos largos o cortos en la rutina de tres objetos- con la palma hacia adelante o incluso hacia abajo.

Aprendí el alfabeto Braile. Estoy seguro de que detrás de esos bultitos pálidos se esconde el universo completo. Con todos sus colores.
También conocí la palabra "nerviosante".

Después de un curso salvaje de carpintería/albañilería decidí levantar puentes nuevos. Ahora, zaz, tengo que destruir viejas construcciones de marmol para construir otras, pequeñas figuras de vidrio. Y cuando me rodearon los escombros, cayó el plomo de la noche. ¿Qué tenía a la mano para sobrevivir? Descubrí que un cuaderno tachoneado es un excelente techo a dos aguas.

En la oscuridad lamí el lapiz una y mil veces para dibujar mil y un hojas en blanco. Y en venganza por mi vagancia, de puro coraje liquidé medio cuaderno con dibujos reales. Pronuncié una palabra por cada millón que leí semidormido. Quise escribir y desescribir y adelantar el cuento que me existe. Todo esto mientras retumban los martillos y las grúas, muy a lo lejos, los puentes que se derriban, las torres que se transforman, los muros que se abren, los pozos que se alisan.

Descubrí que puedo mantener la cordura facilmente si sigo caminando.

¿Qué más hice en mis vacaciones? Fui miserable.

Fui un miserable.

En algún lado, probablemente en una sala de cine, hice una anotación mental. Torrentear el soundtrack de X una madrugada particularmente importante y frívola.

[...] me platicó sobre la dualidad, esos dos tipos de felicidad. Un asunto sobre la "experiencia" del momento y el "recuerdo" del momento. Es importante, creo yo. Preguntárnoslo. Happy about your life, happy in your life.

Quise trazar una línea que conectara todas las estrellas del cielo. El comienzo, o mejor dicho el trazo del comienzo, insistía en desvanecerse apenas a la mitad del recorrido. Una lástima. Se borraba el principio y después todo lo sucesivo; como una ola de amnesia que devolvía al cielo su estado original. Es desesperante tener tan mala memoria.

Calqué con el dedo, del mismo modo, el recorrido de las aves que vuelan y las moscas nerviosas. Como el aire no guardaba mi dibujo, intenté registrarlo en la superficie del agua. Sólo conseguí mojarme el dedo, perder el equilibrio y caer redondo al pozo.

Tallé en madera inversa poemas a ella y él, la personificación de lo inexacto. Luego derribé el tronco y miré el árbol. Regué la tierra. Esperé. Recogí la semilla del surco y abandoné el jardín para siempre.

Los acontecimientos particularmente malos suelen guardarse fácilmente en la memoria. La memoria, muy selectiva ella, se ancla del evento "distinto" o "anormal" para formar recuerdos. Cuando no ocurre nada significante en nuestra alegre vida será muy dificil recordarlo después. Vivamos tragedias. Ejercitemos la memoria.

Una hamaca, su cama, mi cama, la cama rentada, la cama prestada y un sofá-cama. Desperté varias veces a la mitad de la noche sin saber donde estaba. Y en algunas ocasiones volví a cerrar los ojos con la abrigadora certeza de haber dado con la duda correcta.


Ilustración: Revista Nexos